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Encuentros de ida y vuelta en Bajo la rueda, sobre el asfalto.

Rodri Lorente

Primer encuentro

 

Este proyecto propone, en un primer acercamiento, que nos percatemos de su calidad y cualidad material. Si atendemos al uso que hace el artista del plomo, por ejemplo, rápidamente caeremos en la cuenta de que no se trata nada más y nada menos que de los registros de fricción provenientes del contacto de los neumáticos por el asfalto y otros terrenos. De alguna manera, se me viene a la cabeza, una vez más, esa conexión alquímica en los materiales que Timsam Harding decide utilizar para elaborar su obra; nos percatamos de que el plomo, en la vida cotidiana, además de revestir tuberías ya antiguas, tiene un uso continuo en el mundo de la armamentística y la química, sin olvidarnos también de la elaboración industrial de diferentes productos, tales como las famosas figuras de juguete, pertenecientes a otra era ya. Pero debemos tener en cuenta que también se utilizan en la fabricación de baterías para vehículos. Lo siento, pero no puedo evitar percibir ese plomo como una especie de sangre, que se muestra como residuo y huella del paso del coche, coche que muestra una herida constante a su paso.

 

La conexión antropomórfica que Timsam hace de su vehículo me recuerda a la película Duel (Steven Spielberg, 1971), película que vimos juntos, por cierto, una semana antes de que Timsam inaugurara una exposición relacionada con el camino, aunque este no estaba relacionado aun con la carretera. Volviendo a la película de Spielberg, aunque nuestro artista no se muestra amenazante como el antagonista sobre ruedas del telefilme, si es cierto que hay una pieza fundamental en su exposición que nos conecta con este carácter antropomórfico. Se trata de la pieza de video 123 km/H donde podemos observar a través de una cámara fija a una de las ruedas delanteras de su coche el trayecto desde el taller de Timsam hacia la sala de exposiciones donde se expone. Hablamos, pues, de una pieza donde el artista habla de un recorrido muy concreto e importante para este discurso, y aunque la obra termine siendo una continua abstracción, hay un momento que pasa desapercibido al ojo de cualquier espectador (tengamos en cuenta que la cámara gira a la velocidad de una rueda a 123 km/h. El momento fugaz al que me refiero se corresponde justo a los frames en los que la cámara se suelta de su anclaje y sale despedida fuera de la carretera, es en ese instante cuando nos percatamos de que la pieza de Timsam se trata de un autorretrato, pues la cámara, segundos antes de impactar contra el paisaje, enfoca al coche de nuestro artista. Es en este preciso instante cuando el autor se auto referencia, y nunca mejor dicho, a través de su propio coche.

 

Segundo encuentro

 

Es interesante observar cómo realiza instantáneas de derrapes en blanco y negro del mismo trayecto que nos describe la pieza 123 km/h. La curiosidad de Harding hacia estos acontecimientos es casi morbosa; no llega al ejercicio casi de exorcismo que llevaba a cabo Andy Warhol con su famosa pintura Silver Car Crash (Double Disaster) del 1963 y otras similares que tenían el mismo objetivo, sanar traumas. Lo de Timsam es más empatía y conexión emocional con la huella de lo acontecido, aunque en este caso cualquier huella de este tipo denota un trágico final (sea cual sea su origen

 

Tercer encuentro

 

Si volvemos a atender a los materiales que el artista usa en sus obras podemos observar que los protagonistas son: el plomo, el caucho de los neumáticos y el papel. Ha llovido mucho desde que Joseph Beuys presentaba su obra Las rayas de la casa del chamán (1964-1972, 1980), pero no puedo evitar encontrar en ella estrechísima relación con lo que supone la obra de Timsam Harding para el espectador. La concatenación material que presenta la obra de Beuys (fieltro, piel animal, mineral en polvo, cobre, etc.) me lleva a recordar la dicotomía que él mismo planteaba a través del concepto de Polaridad Beusyana[i]; ahondando en los conceptos de principio cristalino (atiende a la razón, pertenece a la escultura, es fría, inorgánica y completa en sí misma) y el concepto de principio orgánico (atiende a la intuición, en constante cambio, pertenece a la plástica). Pues bien, tomando en cuenta este concepto de polaridad, con la obra de Timsam se deduce la misma categorización que podemos realizar a partir de la producción de Joseph Beuys. En el caso de los dos artistas, el metal siempre permanece entre el principio orgánico y el cristalino, mientras que el papel y el caucho son, indiscutiblemente, orgánicos, pero, ahora bien, ¿dónde se encuentra el material que atiende al concepto de principio cristalino? En la obra de Timsam lo encontramos de forma conceptual. Quiero decir con esto que se trata de un material que, en un principio, es concebido como frío, inorgánico y completo, como puede ser un neumático sin usar, pero nuestro artista ensambla y trabaja con los que ya tienen una historia, un uso, pasan de ser un objeto inorgánico que atiende a una forma geométrica perfecta, a convertirse en una producción orgánica que atiende única y exclusivamente a la intuición del artista.

 

Cuarto encuentro

 

Es evidente, al menos a mi parecer, que el uso del plomo como material que registra la huella de los neumáticos tienen más que ver con un ritual que con un proceso de producción artística. Si me lo permiten, creo que es uno de los pocos metales que pueden entenderse a través del concepto orgánico de la polaridad beuysiana solo por como lo trabaja Harding. La apariencia de sus esculturas de plomo, que están a caballo entre una apariencia animal o vegetal, nos hablan de un proceso de transformación cotidiano, como es el hecho de fundir plomo, para alcanzar el carácter de ritual que planteaba en anteriores líneas. Timsam baña los neumáticos con un material próximo al que se usa en la fabricación de vehículos. Es coherente a la hora de elegir el “bálsamo” que inunda las marcas del caucho para conformar el positivo de una huella, una huella que además de hablar del camino habla de la temporalidad de ese material, a través de un vaivén en su propio discurso, que nace desde la intuición y el azar, y que alcanza un desenlace que habla del momento inesperado del accidente.

 

Quinto encuentro

 

Otro concepto que debemos tener en cuenta para leer la obra de Timsam Harding es el de desaparición; tal y como lo plantea Paul Virilio[ii], llegamos a la conclusión de que el ejercicio de añadir una producción en vídeo para su proyecto Bajo la rueda, sobre el asfalto cierra el planteamiento que realiza Virilio sobre la desaparición del cuerpo. Toda la obra de bulto redondo que observamos en la sala de exposiciones atiende al aquí que plantea el teórico francés, pero el ahora lo deducimos de la vista en primera persona de la rueda del coche de Timsam en la pieza 123 km/h. El video provoca una sensación en el

 

espectador como si formara parte del coche; el ruido y el constante girar del plano cinematográfico nos traslada a la primera persona de una de las ruedas. En esta pieza somos el cuerpo, el aquí que plantea Virilio en la lectura de las tecnologías televisivas y el cine, salimos despedidos y despedidas hacia la nada, nos salimos del trayecto como un miembro amputado que observa sin inmutarse el lugar del que proviene. Es un acto de autorreferencia a través del fragmento que se corta, un acercamiento poético hacia la idea de accidente, a través de la asimilación del vehículo como cuerpo.

 

 

 

[i] Bernárdez Sanchís (2003). Joseph Beuys Madrid: Nerea. (pp. 27-35).

[ii] Véase: Virilio, P. (2003). Estética de la desaparición. Barcelona: Editorial Anagrama.

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