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UN ECO DESPUÉS DE UN ECO

Mariano Mayer

 

 

Hacia 1973 el poeta argentino Arturo Carrera publicó Momento de simetría. El libro, un rectángulo plegado en cuatro, contiene en el anverso una nota introductoria y en el reverso conjuntos de versos escritos con letra blancas sobre fondo negro. El recurso emula los dibujos que trazan las galaxias en expansión en el espacio sideral. Las partículas de escritura se amontonan a medida que alcanzan el borde de la página, pulverizando las palabras y generando lecturas en distintas direcciones. El libro propone el mismo movimiento de fuga y pliegue que la observación de la vía láctea y puede ser leído desde cualquier punto. La variación y la repetición de estas partículas de escritura van conformando constelaciones, esquirlas de poemas que parecen haber estallado. 

"En cuanto al código cosmológico, quisiera agregar algo más", indica el poeta en la introducción, "su asimilación es más bien la puesta en marcha de un método de escritura, de observaciones macro-microscópicas”. La poesía que aquí propone Arturo Carrera no es aquello que se lee sino aquello que puede verse. El sentido comunicante queda librado a la recepción. 

 

Cercanas a este intento de escribir una cartografía imaginaria, se ubican las esculturas sonoras de Timsam Harding. Se trata de una serie de obras generativas, móviles, cuyo centro se encuentra en constante evolución. Cada obra surge a través de la activación de un procedimiento, el de observar las adelfas. La atención volcada hacia este grupo vegetal surge de la repetición de ciertas experiencias. Los constantes viajes en coche por el interior de Málaga, el desarrollo de unas cualidades sensibles vinculadas al traslado, cuyo epicentro es la carretera y lo que ella trae y la relación entre vibración, aire y sonido que un traslado proporciona. La adelfa es un arbusto de tonos grises, de cuyas ramas surgen nudos del que nacen pocas hojas verdes de textura dura. Las variaciones de tono entre el haz, el envés y la luminosidad las vuelve plata. Sus flores púrpuras, rosas o cremas se agrupan en ramilletes. Su rusticidad les permite crecer con facilidad junto a las carreteras, a la vera de un arroyo o en un valle.

 

Antes que evocar un paisaje, moldear los elementos que lo componen, reconstruir su atmósfera, las adelfas de Timsam Harding nos confieren posibilidades de acción y nos sitúan. Junto a ellas es posible recuperar los archivos perceptivos de nuestros vagabundeos en coche, moto, bicicleta, cerca de las banquinas, los recuerdos cinematográficos, los vídeos musicales. Los elementos se afectan entre ellos y sus alcances nos afectan. Somos cuerpos en relación entre nosotrs y con los elementos que componen un entorno. Una cualidad que explica la presencia del sonido en Un eco de un eco, de un eco. 

 

A diferencia de una pieza musical la incorporación de sonido desacomoda la naturaleza narrativa y temporal que la música administra. La sonoridad, construida a través de registros crudos del estudio del artista, documenta los sonidos que el exterior produce, sin por ello resultar ambiental. El sonido aquí adquiere una existencia propulsora, ya que ejerce la misma función que el aire, se inmiscuye entre los distintos elementos de menor peso y los hace vibrar. El sonido no solo aporta duración también ofrece movilidad. El rebote escultórico es leve y los movimientos acompasan al sonido, actuando en un nivel más amplio que el auditivo y agilizando esa memoria perceptiva, fabricada en un cuerpo que observa lo que acontece del otro lado del cristal.      

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